viernes, 18 de junio de 2010

DESIERTO (Y 3)


Frutos de la victoria.
Una vez fortalecidos por la lucha contra el demonio y nosotros mismos, llegaremos poco a poco a la apatheia o paz espiritual, que nos permitirá entregarnos más plenamente a la contemplación de los bienes eternos, ya nuestros por la esperanza.
De ahí proviene esa impresión de plenitud y alegría profunda, que observamos en los santos de Dios.

Textos extraídos de "El monacato Oriental" e "Introducción a los apotegmas de los padres del desierto"

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