El apuro y la prisa, cierta inquietud general, son una señal de la ansiedad, que desde el interior, está guiando nuestras acciones.
La ansiedad muestra inequívocamente la presencia de una apetencia personal motivando el movimiento.
No apurarse, hacer con profundidad, como si de liturgia se tratara.
Hacer bien lo que hagamos es ofrenda valiosa para Dios y los demás y eleva nuestro espíritu.
de La Oración de Jesús
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