Cuando una persona quiere cambiarse a sí misma, ella comete un error, que en el pasado era cometido incluso en círculos teológicos y en las escuelas dominicales– la predicación del moralismo. En otras palabras, cuando alguien viene a la Iglesia, tales cristianos le dicen: “Mira, no hagas cosas malas, no vayas a malos lugares, no digas malas palabras” –y se ocupan precisamente de eso. Sin embargo, todo este moralismo es enfermo, es cierta compresión no-moral, no ortodoxa, es un puritanismo, un pietismo, que está orientado sólo a un resultado visible. Los Padres de la Iglesia no se ocupaban de tales cosas, miraban a la esencia.
Metropolita Atanasio de Limassol. La traducción del búlgaro fue realizada por el diácono Gueorgui Maximov.
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