Hermano mío, éste es el tiempo de hacernos la guerra a nosotros mismos; tú sabes que por todas partes se levantan las tinieblas. Las Iglesias están llenas de litigantes y excitados, las comunidades monásticas se han vuelto ambiciosas, reina el orgullo. No hay ninguno que se ponga a servir al prójimo: en cambio, todos oprimen a su prójimo (Mi 7:2). Estamos inmersos en el dolor. No hay más profeta ni sabio. No hay ninguno que pueda convencer a otro, porque abunda la dureza de corazón. Quienes comprenden permanecen en silencio pues los tiempos son malos. Cada uno es Señor de sí mismo, se desprecia lo que no se debería despreciar.
Catequesis de San Pacomio.
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