
Tenemos que darle al cuerpo lo necesario: sueño y alimento. Habituémoslo a contentarse con ello y que lo acepte sin refunfuñar.
Desarrollemos nuestra sensibilidad, nuestros sentidos más nobles, regulandolos por medio de la razón.
Si has abrazado el honor y el decoro del desierto, quédate en el silencio profundo y despréndete de lo que no cuenta...
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