martes, 17 de noviembre de 2009

Sobre las Virtudes (1)




Un día en que Antonio salió, vinieron todos los monjes y le pidieron unas palabras. El les habló como sigue:

“Las Escrituras bastan realmente para nuestra instrucción. Sin embargo, es bueno para nosotros alentarnos unos a otros en la fe y usar de la palabra para estimularnos. Sed, por eso, como niños y traerle a su padre lo que sepais y decirselo, tal como yo, siendo el mas antiguo, comparto con vosotros mi conocimiento y mi experiencia.

Para comenzar, tengamos todos el mismo celo, para no renunciar a lo que hemos comenzado, para no perder el ánimo, para no decir: “Hemos pasado demasiado tiempo en esta vida ascética.” No, comenzando de nuevo cada día, aumentemos nuestro celo. Toda la vida del hombre es muy breve comparada con el tiempo que a de venir, de modo que todo nuestro tiempo es nada comparada con la vida eterna. En el mundo, todo se vende; y cada cosa se comercia según su valor por algo equivalente; pero la promesa de la vida eterna puede comprarse con muy poco. La Escritura dice: “Aunque uno viva setenta años y el más robusto hasta ochenta, la mayor parte son fatiga inútil” (Sal 89:10). Si, pues, todos vivimos ochenta años o incluso cien, en la práctica de la vida ascética, no vamos a reinar el mismo período de cien años, sino que en vez de los cien reinaremos para siempre. Y aunque nuestro esfuerzo es en la tierra, no recibiremos nuestra herencia en la tierra sino lo que se nos ha prometido en el cielo. Más, aún, vamos a abandonar nuestro cuerpo corruptible y a recibirlo incorruptible (1 Co 15:42).

Vita Antonii

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