"Porque, cuando el orgulloso, envanecido de la elegancia natural de sus discursos, no atribuye a Dios esa elegancia ni el don gratuíto de su ciencia, sino a sí mismo, Dios le retira el ángel de su Providencia, y sus palabras se tornan indignas de crédito y la gente piadosa huye de la enseñanza de aquella boca como de una fuente que tuviera sanguijuelas"
monje Pafnucio
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