Hoy, la Madre de Dios cierra sus ojos materiales y abre sus ojos espirituales dirigiéndolos hacia nosotros como estrellas rutilantes que no conocerán el ocaso y que velarán por nosotros intercediendo ante el rostro de Dios por la salvación del mundo. Hoy, esos labios movidos por la gracia de Dios caen en el silencio, más abre su boca celestial para pedir eternamente por los de su raza. Hoy, baja sus manos que estaban continuamente alzadas ante Dios para elevar espiritualmente su oración ante Dios por toda la creación. Hoy, radiante como el sol, se oculta, más su imagen sagrada brilla resplandeciente ofreciéndose para ser besada por sus hijos. La Santa Paloma voló a su místico palomar, sin embargo no deja de proteger a su pueblo; sale de su cuerpo, más no deja de estar con nosotros en espíritu; es elevada al cielo haciendo huir a los demonios por su intercesión ante el Señor
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