domingo, 27 de junio de 2010

Acerca del "monaquismo interior"



Leemos en el libro que el Archimandrita Sophrony escribió sobre San Silouan el Athonita: "Muchos jóvenes le consultaron con frecuencia el camino que les aconsejaba seguir en su vida. (...) El último consejo era el más raro, pues el Stárets pensaba que ya había llegado la época predicha por el Padre Estratónico, en la que muchas personas "instruidas" se convertirían en monjes en el mundo; juzgaba que, de modo general, las condiciones en las que la forma del monaquismo había existido a lo largo de los siglos pasados se habían vuelto desfavorables, pero que las vocaciones y al atractivo hacia el monaquismo existirían siempre.
"Notamos en el Stárets la firme convicción de que la vida espiritual, es decir, una vida en oración y ascesis, animada por una fe profunda, era superior a cualquier otra forma de vida. Así, aquel a quien le había sido concedida, debía, como por una perla preciosa, sacrificarlo todo, incluso los estudios." Archimandrita SOPHRONY "San Siluoan el Athonita". Madrid 1990.P.62.
Y Olivier Clément, hablándonos de las persecuciones, dice lo que sigue: (...) "De este modo se multiplicaron los "monjes secretos" que realizaban, en Cristo, el descenso a los infiernos. Es profética la intuición de Dostoevskij que nos muestra al starets Zosimo devolviendo al mundo a Alësa Karamazov, que quiere hacerse monje. El "monaquismo interior" (...) existe (...) también por la decisión deliberada de grandes espirituales, que pidieron a sus discípulos que permanecieran en el mundo, siendo al mismo tiempo hombres de oración, de silencio, hombres de una presencia significativa." O. CLEMENT "Surcos de luz". Burgos 2005. P.88
Publicado por Alberto E. Justo

miércoles, 23 de junio de 2010

El silencio


El silencio

El silencio. Purificación, cuerpo, silencio. El silencio es condición sine qua non de la vida interior: «Tu cuando ores entra en tu cuarto y después de cerrar la puerta ora a tu Padre que está allí en lo secreto» (Mt. VI,6)

El silencio tiene muchos grados, muchas formas, muchas actitudes. En la mística, se empieza por lo que se llama el silencio de los sentidos. El silencio físico es el primero, el silencio como punto de encuentro con lo divino. El silencio como punto de encuentro con algo que no se deja oír, porque no le dejamos que se manifieste.

El siguiente silencio es mucho más costoso, mucho más problemático, mucho más difícil: el silencio mental o psíquico. Vivimos desgarrados existencialmente, vivimos desgarrados por el sufrimiento, por la incomprensible presencia del mal en la vida del hombre. Vivimos desgarrados por los deseos. Por tantas cosas que gritan llamando nuestra atención para ser deseadas. Vivimos desgarrados por nuestros miedos, que se alzan vociferantes para detener nuestros pasos. Y todo eso genera ruido, un ruido que nos impide oír y que nos impide enfrentarnos con una realidad que está llamando a la puerta, pero que no oímos. Segundo momento de silencio: el silencio psíquico, este cuesta más trabajo que el anterior. Este es el que aparece imprescindible en todas las culturas contemplativas.

Para la vida espiritual es necesario el sentido de la «epogé» del que hablaba Husserl en la filosofía existencia, es decir, el poner entre paréntesis. Y lo que debe ser puesto entre paréntesis, en este caso, es mi yo entero. Y el silencio es el paréntesis que encierra mi yo.

Esa epogé sirve para encontrarme con mi propia desnudez. La desnudez espiritual es absolutamente imprescindible, aquello que llevó a Francisco de Asís a quedarse desnudo en la plaza delante del obispo y decir "en este instante empieza mi camino espiritual", y con esto significo que no hay nada que me ate", ese acto de desnudez es un acto fundamental en la vida para poder avanzar hacia el fondo de lo divino. La desnudez espiritual es absolutamente previa a toda otra cosa, necesitamos desnudarnos, quitarnos todas las capas que tenemos encima y eso, que no es nada fácil, forma parte íntegra del silencio. Desnudez del éxito, de la vida, del que dirán, de lo que opinan los demás. Desnudez de mis propios apegos, es decir, de aquello que me gusta, de aquello que quiero, de aquello que me ata. En el fondo nos encantan las ataduras, estar atado a lo hondo de la caverna es muy confortable, estar atado a lo terreno, a la tierra, a lo físico, da mucha seguridad y la vida espiritual es riesgo; y la vida espiritual es, con frecuencia, frío y desconcierto. ¿Por qué supo Abraham que era Dios quien le hablaba? Porque no sabía adonde iba, porque aquello que Dios le pedía era una locura, por eso sabía Abraham que era verdadero. ¡Sal de tu tierra y deja todo y vete! ¿A dónde? No se sabe.

La vida espiritual es pura fascinación, pura locura, no saber a dónde se va, y cuanto menos sepamos a dónde vamos, y cuanto menos trillado sea el camino, más seguros estamos de que es verdadero. El camino espiritual es riesgo, es desnudez, es simplicidad. La simplicidad consiste en desprenderse del yo, de todo lo que es múltiple, de todo lo que no es el Uno. Lo que Dios quiere es la pureza del corazón del hombre. No hay más sacrificio que un corazón puro, es decir, desnudo, sin ataduras, completamente entregado a una Realidad que se le escapa, que reside en la oscuridad que está al fondo del camino espiritual, que encierra aquella Tiniebla Luminosa de la que hablaba Dionisio. Precisamente en la tiniebla, en esa tiniebla oscura, en esa densidad se oculta lo que nosotros vamos busc

María Toscano / Germán Ancochea

viernes, 18 de junio de 2010

DESIERTO (Y 3)


Frutos de la victoria.
Una vez fortalecidos por la lucha contra el demonio y nosotros mismos, llegaremos poco a poco a la apatheia o paz espiritual, que nos permitirá entregarnos más plenamente a la contemplación de los bienes eternos, ya nuestros por la esperanza.
De ahí proviene esa impresión de plenitud y alegría profunda, que observamos en los santos de Dios.

Textos extraídos de "El monacato Oriental" e "Introducción a los apotegmas de los padres del desierto"

miércoles, 16 de junio de 2010

Ermita Transfiguración y San Menas

Liberarse


"Si el monje vence sobre dos puntos, él puede liberarse del mundo".Y un hermano preguntó cuales eran esos puntos. Él respondió: "El descanso carnal y la vanagloria".

Abba Paesios.

lunes, 14 de junio de 2010

El Desierto (2)


Las principales armas para vencer al demonio son la oración, el trabajo y el ayuno.
La oración como obligación principal del solitario, ya que su marcha no debe ser sino una búsqueda, un encuentro con Dios. Una oración regulada por la mañana, el mediodía y la noche. Oración litúrgica y personal. Oración de Jesús: "Jesucristo, Hijo de Dios, ten piedad de mí, pecador". Oración constante para que el recuerdo de Dios le acompañe todo momento y le ayude a vencer al maligno.
El trabajo y su dimensión espiritual. No busca el lucro personal, se trata de algo "sagrado" que le mantendrá ocupado y le proporcionará unos ingresos para no ser así una carga para nadie(en mi caso: una pequeña huerta ecológica,cría de pájaros (periquitos y ninfas, y la realización de iconos y collages).Un trabajo que, en cualquier caso, pueda ser compatible con la vida de soledad elegida.
El ayuno como parte importante para sujetar la carne al espíritu.
Los cristianos ortodoxos tenemos ayunos frecuentes durante el año:Santa María en Agosto, de los Apóstoles, la Gran Cuaresma, etc... que siempre podrán completarse con la debida discreción.En cualquier caso,como regla general, se impone la frugalidad.

jueves, 10 de junio de 2010

EL DESIERTO



En el desierto muy frecuentemente es el demonio la causa de muchas dificultades espirituales. Interviene mediante simples tentaciones sobre los sentidos internos, con obsesiones en los externos o con ilusiones, disfrazando el mal con apariencia de bien. Sólo se le vence con la oración, el trabajo y el ayuno.

Verenetsky Caves

miércoles, 9 de junio de 2010

El amor a la celda



" De la misma manera que los peces mueren si permanecen demasiado tiempo fuera del agua, los monjes que se retrasan fuera de la celda o pasan su tiempo con gente del mundo disminuyen la intensidad de su paz interior. Debemos entonces, como el pez hacia el mar, precipitarnos hacia nuestra celda, por temor a que, retrasándonos en el exterior, olvidemos nuestra vigilancia interior".

Abba Antonio

martes, 8 de junio de 2010

apotegma


Un hermano, vecino de Poimén marchó un día al extranjero y allí, encontró a un anacoreta. Éste era muy caritativo y muchos iban a consultarlo.El hermano le habló de Poimén y éste, al escuchar acerca de su virtud, deseó conocerlo. El hermano al poco tiempo regresó, y el anacoreta viajó a Egipto para verlo. "Hazme el favor de conducirme a casa de Poimén" Accedió y lo condujo a casa del Anciano, diciendole: "Éste es un gran hombre; es muy caritativo y goza de gran estima en su país. Yo le hablé de tí y, desando verte, vino".El extranjero comenzó a hablar, fundamentandose en las Escrituras, de cosas espirituales y celestiales. Pero Poimén volviendole el rostro no le contestó. Viendo que no le respondía se alejó entristecido, diciendo: "Hice un largo viaje y él no quiere hablar conmigo". El hermano entró y dirigiendose a Poimén le dijo: "Apa, ese gran hombre vino a tí, Por qué no le hablaste?" El Anciano dijo: "Él está en lo alto y habla de cosas celestiales, yo estoy abajo y hablo de cosas terrenales. Si me hubiera hablado de las pasiones del alma, yo le hubiera respondido, pero si me habla de cosas espirituales, yo no las conozco".El hermano, así lo dijo al visitante, que regresó lleno de compunción, diciendo: "¿Qué haré,apa,ya que las pasiones del alma me dominan?" Volviendose hacia él, el Anciano le respondió: "Esta vez tú vienes como se debe: ahora abre tu boca con respecto a esas cosas y yo la llenaré de bienes".Profundamente edificado, el otro le dijo: "Verdaderamente, tal es la vía verdadera" Y regresó a su país dando gracias a Dios por haberle permitido encontrar a tal santo.

Apotegmas de los Padres del Desierto.

APOTEGMA

"No habites en un lugar donde algunos tienen celos de ti, porque no progresarás jamás"

Abba Poimén.

sábado, 5 de junio de 2010

VALAAM

No hay que perder el tiempo


Hoy he recibido una visita inesperada. Estaba trabajando en la huerta cuando han aparecido ante mí nada menos que cuatro personas pertenecientes a una secta religiosa. Ante mi asombro y una vez identificado como monje ortodoxo, aún han mostrado más interés y ganas de polemizar... nada más lejos de mi intención. Mi trabajo es "sagrado", les he dicho, y los he invitado a marcharse con un ¡buenos días!. Bruno no confiaba en ellos... ni yo tampoco.